Tras la caída del Imperio Romano de Occidente Europa se fragmentó en multitud de estados independientes. Lo que antes había sido un gran imperio, una gran unidad de países y regiones diferentes que compartían un mismo marco y un desarrollo común ahora era un crisol de culturas.
En el siglo XII surgirá en la zona norte de Francia (cerca de París) un nuevo tipo de arte: el arte gótico. Este nuevo arte se extendió rapidamente por todo el continente y volvió a unir esas piezas de ese puzzle: una Europa unida por el arte. Este nuevo arte que se desarrollará en algunos países como el nuestro hasta el siglo XVI alcanzará su máxima expresión en las catedrales. Las catedrales son los nuevos templos de la cada vez más poderosa burguesía urbana.
En ellas nos encontramos los sellos más característicos de este nuevo arte, tales como los arcos ojivales o apuntados (ya usados anteriormente por los abasíes en el siglo XI).
(Arco ojival. Imagen sacada de Google)
Las bovedas de crucería
(Catedral Nueva de Salamanca. Publicada en arteguias.com)
o los rosetones y vidrieras:
(Rosetón. Catedral de Notre-Dame)
Todo ello, conformaba bellezas espectaculares como estas:
Catedral de Burgos
Catedral de León
Fachada de la Catedral Nueva de Salamanca
Catedral Nueva de Salamanca
Imaginaros cómo era posible construir todas estas preciosidades en aquella época. Daros cuenta de que estamos hablando del siglo XII. Han transcurrido 800 años (en algunos casos menos) y estas construcciones siguen intactas. Como si no hubieran pasado los años. Normal, las mejoras que estos templos incluyen con respecto a sus antecesores hace que muchos historiadores y expertos en arte puedan afirmar que las soluciones estéticas (véase las arquivoltas por ejemplo) que se dieron en el gótico no serán superadas y mejoradas hasta el siglo XIX. ¿Una barbaridad no?
Cuando contempleis cualquier templo o manifestación de todo ese arte colectivo que, como cristianos también nos pertenece, pararos a pensar qué os transmite todo ello. Que sentís ante esos techos altos y esa armonía que transmiten. Cómo paseáis por esa planta basilical sin deteneros a observar sus fachadas, sus arcos, sus vidrieras...
No seré yo quien diga que convenga ir a misa todos los domingos. Es algo que no me oiréis mentar. Pero, sin embargo, si considero que, para bien o para mal, la Iglesia siempre ha estado ahí. Y nos ha dejado una gran huella a todos. Ya sea con sus ideas, sus creencias, o sus templos. Cada uno puede pensar lo que quiera. Pero por favor, no os priveis de visitar lugares tan bellos como esos.
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