martes, 25 de noviembre de 2014

El tren del olvido

Como muchos sabréis, soy de un pueblecito de la provincia de Salamanca muy cercano a Portugal. Un pueblecito enmarcado en una zona de gran riqueza cultural y paisajística como es Las Arribes del Duero. Podría decirse, para los que la conocemos, que esta zona es mágica. ¿Por qué?. Porque parece que por ella no pasa el tiempo. Todo es igual, monótono, bello, lento, sosegado. Y, si bien es cierto que muchas veces se añora esta quietud, esa sensación de que el tiempo no debe pasar, es triste observar como los pueblos de la zona se van vaciando, perdiendo su identidad y su pasado. 

Los que, con suerte, retornamos de vez en cuando, lo hacemos con la esperanza de que ojalá algo mejorara por estos lares. Quizá la culpa sea nuestra, de todas esas personas que un día marcharon con la esperanza de encontrar un futuro mejor y hoy en día no vuelven ya no sólo porque no puedan sino porque ni siquiera quieren. "¿Qué nos espera en un pueblo?" se preguntarán muchos de ellos. "No hay futuro, ni trabajo". Puede que no, pero tampoco parecemos quererlo. Y mientras tanto, parecemos ajenos a esta muerte lenta e inexorable. 

Pero, a veces, sólo unas pocas y muy de vez en cuando, pensamos en lo mucho que debemos a estos pueblos que hoy en día son un recuerdo de aquello que en otra época consiguieron ser. Piensas en qué mal repartidas están la riqueza, las infraestructuras, y las oportunidades en este país. Piensas por qué una zona tan valiosa e importante no deja de ser un erial en medio de paisajes de singular belleza. Piensas en por qué se dejan pasar tantos trenes de parte de las administraciones dejando estas comarcas a merced de su suerte, la cual parece serles esquiva.


 

Hubo una época, sin embargo, que hace tiempo sí que tuvo una suerte inmensa. Contó con tren. Este nuevo medio de transporte era la revolución de la época. Este caballo de raíles como mucho lo llamaban era y es progreso, avance, modernidad. Qué lógico resulta imaginar que los pueblos de la zona recibieran este nuevo tren como algo que les hiciera progresar, resurgir quizá. Esta línea de tren de la que hablamos constituirá una de las principales obras de ingeniería del siglo XIX pues en apenas 17km. encontramos 20 túneles y 13 puentes, un desnivel de más de 300 metros y unas pendientes que permitían ascender desde el llano territorio portugués hasta la elevada meseta charra pasando por estos abruptos paisajes.

Mirad esa misma línea el otro día:



Para los que la conocemos, supone una auténtica pena y vergüenza que estos parajes de insólita belleza encuentren una via en semejante estado. Una vía cerrada a cal y canto en el año 1985 porque no tenía rentabilidad económica, y está claro que si eso no compensa las cosas dejan de merecer la pena. ¡Qué triste dejar perder tanto esfuerzo, tanta obra de arte, porque deje de dar dinero!. Hoy en día pasear por estas vías ayuda a retrotraerse al siglo pasado. A la lentitud de los trenes que surcaban este imponente paisaje, a deleitarse con el acompasado caminar de un tren camino a Oporto o a maravillarse con los olivos, tomillares o jarales que nos acompañan. 

Y, a pesar de la escasa importancia que las administraciones dan a esta zona, han sabido valorar la belleza de este entorno, de esta vía que hoy me acompaña, para declararla Bien de Interés Cultural en el año 2000. ¿Para qué?, ¿han invertido algo?, ¿han  mejorado la vía?, ¿va a haber algún tipo de tren turístico o de otro tipo que ayude a que esta comarca tan olvidada inmerecidamente despegue?. NO. No se ha hecho nada ni se va a hacer porque no da votos, no hay gente.

Triste pero cierto. Y mientras, el camino cada vez se haría menos visible de no ser por una asociación de frontera (Tod@vía) que lucha por recuperar con fines turísticos esta importante obra de ingeniería. Esta asociación se reúne para limpiar la vía, reponer tablas de los puentes... algo que otras muchas personas no hacen. Algo que escapa a quien manda y que le debería causar estupor y pena. Dejar perder de esta manera nuestro patrimonio es absurdo y, cuanto menos, cuestionable. 

Quiero pensar que yo, que nunca pude transitar por un tren en estas vías, tenga la oportunidad algún día de observar mis queridas Arribes desde un tren y pueda vislumbrar un mejor futuro para esa zona que me llevaré conmigo allá donde vaya.


Hasta la próxima amigos :D



Firma la petición para la rehabilitación de esta línea férrea:
https://www.change.org/p/junta-de-castilla-y-le%C3%B3n-queremos-la-rehabilitaci%C3%B3n-de-la-l%C3%ADnea-de-ferrocarril-la-fuente-de-san-esteban-la-fregeneda-barca-d-alva-bien-de-inter%C3%A9s-cultural-y-elemento-destacado-de-nuestro-patrimonio-industrial-para-su-aprovechamiento-con-fines-tur%C3%ADsti/share?just_signed=true

jueves, 13 de noviembre de 2014

Personas

Un día, te sientas en un banco y comienzas a observar. A tu derecha, una hombre de avanzada edad. Se detiene junto a ti, buscando atraer tu atención con algún tema de conversación, da igual cual. Solo quiere entretenerse, contarte sus anécotas y batallitas. Apoya sus manos en un bastón de madera bastante antiguo. Ese bastón es su mayor apoyo, como bien me dice. ¡Qué triste! Su familia apenas le tiene en cuenta. Prefieren dedicar su tiempo a mejores menesteres, a saber: viajar, divertirse o incluso cenar con sus amigos.

Enfrente, me encuentro con un matrimonio joven en la terraza de un bar. Se miran, se sonríen y se besan. Se les ve bastante felices, parecen hacer buena pareja. Son jóvenes y apasionados, quieren comerse el mundo y, por qué no, también comerse entre sí, a besos claro. Una ligera tos los hace despertar de esa situación de embelesamiento para fijarse en el camarero, que lleva un rato esperando para atenderles entre tanto arrumaco de la pareja. ¡Qué envidia me dan, yo también quiero tener aquí a esa personita tan especial!

Tras este camarero, puedo observar a otra pareja. Casualmente ellos también estaban mirando a aquellos jóvenes que se regalan tantos besos y caricias. Aquellos para los que la vida poco importa. Se miran, pero no se sonríen. Se lamentan por el tiempo perdido, esfumado digamos. Hoy en día no tienen tiempo para esas cosas, pues sus hijos absorven la mayoría de su tiempo. Esos tres niños que han engendrado parecen no descansar nunca. Les agobian, marean, no se callan. Gritan y gritan. Ellos han elegido ese camino, pero hoy, al mirar a aquellos dos jóvenes, han querido por un momento retrotraerse a ese momento de noviazgo, de idilio y ensoñación. Pero quizá tienen algo que los otros también ansían, una familia.
 
Tras este matrimonio deambula una persona pidiendo dinero. ¿Para qué dárselo? Fijo que se lo gasta en vino pienso. Él muestra un rostro pálido y alicaido. Va de lado a lado increpando a toda la gente con la que se encuentra afirmando que lo necesita para sus hijos, que tiene una situación económica muy mala. Unos desconfían de él y otros le dan unas cuantas monedas, que le hacen confiar un poco en la sociedad. Solo un poco.
 
A mi izquierda, una mujer en un puesto de castañas. Ahora que llega el frío estos puestos crecen como setas en las ciudades españolas. Y es que, ¿qué mejor que unas castañitas asadas?. Veo como una señora de avanzada edad se compra unas cuantas y se aleja, parsimoniosa pero firme, por la calle abajo. Más personas siguen este ritual. Cada una lleva un camino diferente, proviene de un sitio y va a otro. Todos forman parte de este pequeño "ecosistema" que constituye este momento y este lugar.
 
Mirad, en la vida nos cruzamos con gente a diario. Unos van, otros vienen. Unos tienen unas preocupaciones y otros otras. Gente ajetreada por llegar a tiempo a clase, otros sin ninguna prisa. Con sueño, sonrisas... Distintas caras, distintas expresiones... Hay una variedad alucinante en nuestras calles, en nuestro entorno.
 
Pocas veces nos detenemos a pensar en esto. Pocas veces se produce el milagro en el que piensas en los posibles problemas de los demás, en sus virtudes, en lo que sienten, aman o pueden llegar a padecer. ¿Y si hacemos el mundo un lugar mejor y nos preocupamos un poco más en los demás?, ¿y si nos molestamos en hablar con ese anciano que se ve tan apagado y aburrido?, ¿y si intentamos propiciarle a nuestra pareja la misma felicidad que aquellos de la terraza se procuraban?, ¿y si damos una limosna a ese mendigo confiando en que realmente la necesita?. No sé, hoy me ha dado por pensar en las personas que me rodean. Quién sabe, a lo mejor para ellos soy el tío solitario del banco.
 
 
 
 
 
Hasta la próxima amigos :D

martes, 4 de noviembre de 2014

Partidos de fútbol infantiles: una batalla campal

¿Nunca os habéis parado a contemplar un partido de fútbol de niños pequeños? Aquello parece la Tercera Guerra Mundial. Padres histéricos que se meten con el árbitro, madres preocupadas por si su hijo se hace una herida en un golpe con otro por intentar coger el balón, niños frustrados porque sus padres le han transmitido la idea de que lo único que vale es ganar y, si para ello hay que pisotear al rival o enemistarse con él, lo hagan. También hay padres que quieren que sus hijos sean los que destaquen cueste lo que cueste. Si, si, destaquen, aunque su hijo sea malísimo y lo único que busque en el deporte a su edad sea un medio de socialización, de diversión y de compañerismo. 

Sin embargo, los partidos de hoy en día están algo "viciados". Viciados porque siempre hay vencedores y vencidos. Viciados porque estos vencidos se sienten defraudados con el resultado porque lo único valorado es que alguien gane, que alguien se sobreponga a los demás. Cierto que nuestra naturaleza humana tiene algo de ello: de supervivencia, de enfrentamiento... Pero también de diversión, de ayuda, de respeto o de apoyo. Parecemos valorar únicamente los resultados y no el proceso, la implicación o la participación de nuestros alumnos o hijos. 

Sin darnos cuenta, terminamos por hacerles demasiado competitivos. Si un padre o entrenador se centra en la importancia de la victoria, del jugar bien... el niño sólo se preocupará por centrar sus esfuerzos en ganar, sea como sea y cueste lo que cueste. Si un niño observa a su padre en la grada enfurecido por sus pésimos pases, o porque no se juega el tiro, o porque el entrenador no saca a su hijo, o simplemente porque está volcando en ese partido todo lo malo que le acontece como si ese rato constituyera su "terapia semanal", lo que está comprobando es que tiene dos opciones al ir al campo de juego: o hacerlo bien, o defraudar a su padre/entrenador. ¿Es o no es triste?

Ayer me llegó un vídeo como este. Observadlo por favor:



¿Qué veis?, ¿No os produce gracia, ternura, alegría y un sentimiento de admiración increíble?. A mí desde luego sí. Admiración por su buen juego no creo, a la vista de lo que el vídeo narra. Admiración por sus resultados tampoco. Y sin embargo, los padres y el entrenador de estos chicos se sienten orgullosos. Orgullosos porque juegan felices, respetan al contrario y confían en los demás, se apoyan unos a otros. Son un equipo realmente malo, el peor que podamos haber visto, pero si valorarámos otras cosas que solemos obviar descubriremos que quedar primeros o últimos en la liga es una cosa bastante tonta, bastante carente de importancia a estas edades. Lo que realmente hemos de buscar es que el niño juegue y se divierta feliz. Que corra, anime a sus compañeros, que se sienta querido, que su padre se enorgullezca de cada pequeño paso que va dando. 

Realmente la felicidad de este equipo puede contagiar a cualquiera. Podemos reír como ellos al reconocer que aquello de ver un gol marcado por el equipo es un milagro. Podemos comprobar cómo no pierden la ilusión porque algún día marquen y se sientan, si cabe, más orgullosos de lo que hacen, de lo que van logrando día a día.

Estos pequeños niños de 6 años son MUY GRANDES. Un reflejo de lo que todo equipo de fútbol debería ser. Un grupo de gente que sueña, ríe y se abraza. Porque ya tendrán tiempo de marcar goles. Hoy tienen 6 años y se preocupan de ser felices y disfrutar en cada encuentro.