domingo, 21 de diciembre de 2014

LAS NORMAS DE LA PAREJA

 Todo comenzó como empiezan las grandes historias. Con una mirada sincera, unos labios que querían encontrarse y una gran sonrisa, las mejores de las que podíamos regalarnos.
 
Con la firme idea de mantener eso que me unía a ella, escribí unas normas. No son normas como tales, sino una serie de pautas que ayudan a que esto que nos une siga manteniéndose vivo. Son normas que, impepinablemente, deberíamos enmarcar el día que vivamos juntos. Unas normas que ayuden a entender nuestra forma de vida, nuestra forma de entender esto que llamamos AMOR.
 
Cada pareja debería tener unas normas. Aquellas que sirvan para que eso que les une sea lo más sincero posible, lo mejor. Aquellas normas que contribuyan a engrandecer esa historia de dos. Unas normas para tener claro qué fue lo que os gustaba cuando todo empezó, cuando no había preocupaciones de gente, digamos, adulta y para superar también los posibles que os podáis encontrar a partir de ese momento.
 
Norma 7- Sácale una sonrisa siempre y no dejes de sorprenderla... ni aunque os separen 200km.
Norma 10- Promesas, por muy tontas que sean.
Norma 12- No quieras a la persona perfecta, sino a esa idiota que te hace reír.
Norma 13- Que los sueños no nos abandonen.
Norma 15- Esperemos a los 35 para vivir una relación de adultos. No hay prisa.
Norma 23- Cuenta los segundos para volver a verla y, cuando esto ocurra, detén el tiempo.
Norma 32- Reír, juntos y sin motivo.
 
 
No queráis que os desvele ninguna más, porque entonces dejaría de ser algo nuestro. Y la verdadera esencia del amor, de cada pareja, es que ese par de personas tiene algo propio, algo que nadie puede cambiar, algo que nadie entenderá y que te encantará que nadie entienda. Algo que para los demás es extraño, o raro, o simplemente pasteloso. Pero después observas como a tu alrededor, la gente siente envidia sana porque precisamente son cosas como estas las que, sin dejar de ser chorradas, significan mucho más que cualquier otro regalo que pudieras hacerle. Porque son una especie de Constitución de la pareja. Una Constitución que puede cambiarse tantas veces como se quiera, que puede modificarse y ser interpretada libremente por cualquiera de los contrayentes. El destino os ha unido, pero en vuestras manos está el conservarlo así que, hagamos las cosas bien hombre :D
 
Hasta la próxima amigos :D
 
 
 
Norma 1- Empecemos con un para siempre.
 
 
"Y morirme contigo si te matas. Y matarme contigo si te mueres. Porque el amor, cuando no duele mata. Porque amores que matan, nunca mueren."
 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Echa la vista atrás y SONRÍE, SIEMPRE SONRÍE


Hace un momento, pude observar por una red social como un compañero de clase hablaba acerca de estos cuatro años de vida universitaria con los que ya cuento a mis espaldas. Me ha emocionado el hecho de observar que, cuando se habla desde el corazón, las palabras salen solas.

Y es que, a lo largo de nuestra vida, vamos aprendiendo a hablar, a escribir, a dar las gracias, a insultar, a querer, a soñar... Pero nunca nadie nos enseña a SER FELICES.

Sé que puede parecer una obviedad, pero no es algo que nadie pueda enseñarnos, desgraciadamente. Sí, pueden existir unas pautas, puede haber algún ingrediente mágico que contribuya a que la felicidad llegue a cada uno, pero la mezcla (la forma en la que tú añadas esos ingredientes para conseguir tan preciada meta) no está clara. Y no está clara porque la felicidad es algo bastante subjetivo, depende de cada uno. Depende de cómo nos hayan educado, de las cosas que para nosotros son importantes, de las personas que nos rodean y de la actitud que tengamos. 

Pasa el tiempo, y deberíamos hacernos muchas veces la pregunta fatídica. ¿He conseguido ser feliz?, ¿Lo soy?, ¿Qué me falta para serlo?. Muchas veces buscamos excusas en base a los acontecimientos que nos ocurren, el trabajo que tenemos, la carrera que hemos elegido o la gente de la que nos hemos rodeado. Pero no nos planteamos el hecho de que tenemos referentes que nos indican que podemos ser muy felices, y ésto no viene determinado por el dinero que tengamos, o lo guapos y listos que seamos, ni mucho menos por el trabajo que desempeñemos o la gente que nos rodee.

Te das cuenta, finalmente, de que la felicidad no es algo fácil de alcanzar, pero tampoco imposible, pero no puedes confundirla con momentos alegres o risueños, ya que va más allá. Y sólo la conseguirás cuando consigas echar la vista atrás y compruebes quién te ha acompañado este tiempo, a quién has necesitado, qué te ha hecho sentirte bien y qué personas han conseguido formar parte de tu día a día. Pero no echas la vista atrás para lamentarte de lo mal que te hayan podido ir las cosas, sino lo que debes cambiar de cara al futuro. 

Ahora, evidentemente, también estoy echando la vista atrás, pues me encuentro ante mi último año de carrera, un periodo que estoy compartiendo con gente impresionante, gente que me hace valorar más la profesión que algún día quiero alcanzar, gente que no volveré a ver seguramente. O quizá sí. Quizá necesite saber de ellos pues, en este periodo de tiempo, han contribuido a que sea feliz, a que me sienta bien. 

Es por ello, que cuando hago balance, me planteo si realmente podría cambiar algo de mí, de mi forma de ser o de la gente que me rodea. Pero el simple hecho de planteármelo hace que me sienta bien, que me sienta feliz por intentar buscar ese sentimiento que a todos nos debería invadir. El sentimiento de rodearte de grandes personas, de aquellas que te han enseñado mucho y que, día a día, están ahí. Es un proceso constante y, como maestro, pienso seguir aprendiendo diariamente.

Hoy, una vez más, he aprendido mucho. En honor a esas personas que me han enseñado tanto durante estos cuatro años (puesto que son los mejores educadores que conoceré nunca): El sitio de mi recreo




Un saludo amigos :D, y no sabéis la suerte que he tenido por rodearme cuatro años de personas maravillosas, y los que me quedan. Estad tranquilos, esta generación de docentes vale mucho.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Cracovia, el destino soñado

Muchas veces, los mejores viajes comienzan cuando menos los planeas, cuando menos te lo piensas y cuando crees que todo va a ser una locura, porque realmente esas locuras son las que nos hacen sentirnos vivos.

Un día, visitando un buscador de vuelos, encontramos billetes muy baratos para Cracovia. Nos pusimos a investigar, y nos quedamos maravillados con la belleza de esa ciudad polaca que, ciertamente, conocíamos poco salvo por algunas personas que habían hecho turismo por la zona. Entonces, 13 personas decidimos emprender un viaje para allá. Billetes, un hostal más o menos céntrico y el conocimiento de la palabra "piwo" (cerveza) era lo único con lo que contábamos. Bueno, no lo único, porque cuando vas con un grupo de amigos que bien podrían considerarse familia poco más hace falta. 

Si, he dicho familia, porque funcionamos como tal. Porque hemos compartido demasiadas cosas, demasiados momentos. Familia porque aprovechamos cualquier oportunidad para encontrarnos, reírnos. Familia porque desde el mismo momento en que aparecimos en Madrid dispuestos a coger el vuelo que nos llevara hasta Cracovia las sonrisas y la sensación de sentirse a gusto nos acompañó en la totalidad del viaje y eso, señores y señoras, es algo que no cambiaría por nada del mundo pues, no me importaría el destino si la única premisa fuera estar con ellos.

Pero, tras muchos años de lucha incansable, el destino era el mejor posible. Algo como esto:

Iglesia de Sta. María. Plaza del Mercado, la plaza medieval más grande de Europa.

No sé si alguna vez os ha pasado, pero yo, cuando llegué a esta ciudad, me sentí feliz por estar en un lugar diferente. Un lugar que me habría un mundo de posibilidades. Un lugar con una cultura, unas personas, un clima y un entorno diferente. Todo lo teníamos que descubrir y estaba ante nosotros. Se trataba, pues, de una auténtica aventura. Una aventura que sólo disfrutaríamos una semana, y a saber si algún día tendríamos el lujo de poder repetir.

Es por ello, que esa semana significara algo especial. Siempre había algo que hacer y a quien conocer. El hostal era inmejorable, la gente que allí se alojaba (muchísimos españoles) siempre te regalaba una sonrisa o buenas palabras. Eran personas abiertas, mochileros de Interrail, extranjeros de año sabático, había de todo. De repente, y sin llevar mucho tiempo en la ciudad, te sientes parte de ella, pues pronto vas sabiendo regalar palabras como "Na Sdrovia" (salud) o "Gin Dobrey" (buenos días/tardes), "Piwo" (cerveza, buenísimas por cierto y muy baratas) y, después por la mañana, también aprendías a decir "Woda" (agua). 

No sé si tuvimos demasiada suerte, o si la compañía hizo el resto, pero allí todo nos parecía inmejorable. Los free tour te garantizaban visitas casi a diario, y pudimos disfrutar de un total de 4 (comida polaca, Cracovia macabra, Cracovia comunista/Ghetto judío y Cracovia). Todos ellos mágicos, todos ellos con cosas por descubrir, pero si queréis mi opinión, el mejor sin duda era el del Ghetto y el barrio comunista por lo que allí se ve y, sobre todo, te cuentan. La comida, sublime, llena de buena carne y sopas de verdura exquisitas, ahora, no esperéis ver demasiado pescado ni fruta. Los menús baratísimos (llegamos a comer por 3 euros un menú completo) y la gente sensacional. En todo momento hospitalaria y atenta, de hecho, Gregor, el dueño del hostal el primer día nos sentó en una mesa para compartir vodka y, cuando por fin conseguimos acabarlo, nos llevó al supermercado y nos compró otra botella ¡Si incluso salió de fiesta con nosotros y nos dejó pintarle un mural que aún guardan en su hostal de Cracovia! (si pasáis por allí fijáos, pone "Spain is different" :D). 

Pero ya no es sólo el hecho de estar rodeado de los tuyos en una ciudad tan mágica, es que la historia que encierra, todo lo que allí ha ocurrido ayuda a engrandecer, si cabe, la historia de esta ciudad polaca para la que sólo tengo buenas palabras. 



En la primera foto, podéis observar las minas de sal de Wielicka. Es una gran mina de sal excavada a muchísima profundidad que encerraba una ciudad completa. Esta mina incluso tiene una catedral hecha con sal y lo que allí se cuenta y lo que allí se observa te deja, simplemente, maravillado. ¿Cómo el hombre ha sido capaz de crear algo así?

Pero, desgraciadamente, también puedes preguntarte eso mismo al visitar otro lugar cercano a Cracovia, el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Merece la pena visitarlo, aunque si sois sensibles preparad los pañuelos, lo que cuentan en bastante duro.

El problema de estar a gusto en un sitio es que la visita se te hace demasiado corta y, desgraciadamente, una semana se pasa enseguida.

Y yo no sé si fue por ir con esta familia de la que ya os he hablado con anterioridad en el blog, o si fue debido a que, tras Portugal e Italia, aún no había salido de nuestro país (el cual también tiene muchísimo que visitar), pero la idea de conocer otras culturas o formas de pensar hace que siempre haya sentido interés por viajar a lugares como este. Lo malo es que, después de haber comprobado que este tipo de viajes es lo que me llena, necesite pasar gran parte del resto del año ahorrando para poder, un verano más, visitar lugares como éste con la familia. Este año toca Interrail, y estoy deseando comenzarlo para poder, algún día, contaros por aquí todo lo que me depare esta nueva aventura. Hoy, no quiero enseñaros más de esta ciudad que tanto me enamoró porque quiero que podáis descubrirla vosotros como lo hicimos nosotros.


Río Vístula, Cracovia

Así que, si tenéis la oportunidad, no dudéis en visitar esta y otras ciudades porque creo que ayudan mucho a poder ponernos en el lugar del otro, a saber que en la variedad está el sentido de la vida, está el hecho de pensar que lo nuestro es único y, quizá, poder valorarlo más. 



Hasta la próxima amig@s :D y recordad:


"Nadie está a salvo de las derrotas. Pero es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños, que ser derrotado sin saber siquiera por qué se está luchando"  Paulo Coelho


(fotos propias)

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Misión 1: Ama intensamente.

En la vida, nos vamos a cruzar con multitud de personas. Unas van a pasar inadvertidas. Otras, forman parte de nuestra familia y, por ello, no podemos elegirlas. Pero hay otras personas que elegimos nosotros. Los conocemos en la escuela, en el trabajo... y tenemos la oportunidad de pasar mucho más tiempo con ellos, tenemos la oportunidad de conocerles mejor, de convertirles en personas muy importantes para nosotros.
 
¿Qué determina que una persona pase de ser uno más a alguien con quien compartirlo todo?, ¿alguien por quien luchar, a quien defender, alguien que no sea cualquiera?.
 
Yo pienso que ese paso es algo que hacemos inconscientemente. Un día, esa persona te sonreirá, o provocará tu sonrisa con cualquier comentario ingenioso. Probablemente te quedes embobado mirándola y te sientas muy a gusto a su lado. Querrás saber de ella, verla cada vez más. Sentirás la necesidad de contarle muchas cosas y te bastará con su simple mirada para encontrarte bien, encontrarte feliz. Sin darte cuenta, se ha producido un pequeño milagro. Ese milagro hace que nos enamoremos, que veamos a la otra persona como alguien con quien compartir miles de momentos, miles de lugares.
 
 
 
 
Y cuando realmente te encuentras en algún paraje de exuberante belleza junto a ella, cuando no hay nadie ni nada por lo que preocuparse ni con quien hablar, cuando sientes que no podrías estar mejor en ningún otro sitio es cuando realmente empiezas a valorar lo mucho que tienes, lo afortunado que debes sentirte y lo mucho que darías por detener el tiempo y que esas escapadas románticas constituyeran vuestra seña de identidad siempre.
 
Pero lo que más me llama la atención de todo esto es el pensar que algún día pueda acabar. Está claro que el sentirse feliz, enamorado o simplemente "pillado" por alguien no deja de ser algo, a todas luces, pasajero, puesto que muy poca gente se permite el lujo de amar a la primera persona como si de la única se tratase. La mayoría de la gente no es así. Para la mayoría, el amor es efímero, y como tal hay que vivirlo. Hay que sentir cada momento como si fuera el último y aprovechar cada caricia, cada beso, cada paseo, cada risa y cada abrazo. Porque solo entonces comprenderemos la importancia de las cosas. Esto es como el simple hecho de beber agua, ¿Cuándo valoramos su sabor, o su importancia? Cuando la necesitamos, cuando llevamos mucho sin probarla, cuando pensamos que va a ser el último sorbo en mucho tiempo. Con el amor pasa igual. Valoramos lo que tenemos cuando lo necesitamos, cuando llevamos mucho tiempo buscando a esa persona, o viéndola en la distancia y, sobre todo, cuando nos imaginamos que ese encuentro va a ser el último. Podemos perder el tiempo y no valoraremos lo que tenemos entre manos, pero el simple hecho de disfrutarlo como si fuera el último momento compartido hará que siempre recordemos que eso que nos une va a ser lo mejor posible pues lo hemos vivido intensamente.
 
Solo con ese sentimiento, solo con esa intensidad, aprenderemos a valorar lo que tenemos, aprenderemos a quererlo para nosotros y a buscarlo constantemente. Solo con los besos más húmedos y sentidos que puedas darle conseguirás que comprenda lo mucho que vale para ti, y comprenderá la estupidez que sería dejarte marchar si algún día las cosas se torcieran. Y, si por lo que sea se tuercen, no me gustaría tener que pensar en aquello que dejé escapar por no haberlo vivido intensamente, por no haber entendido esta premisa tan importante.
 
Este fin de semana he estado en Candelario, un pueblecito de la provincia de Salamanca, precioso donde los haya. Y he tenido la suerte de poder compartirlo con esa persona que, después de tantos años, ahí sigue. He pensado en todo esto, y me he dado cuenta de que viviendo cada segundo intensamente es como he conseguido llegar adonde estoy, a su lado. No sé que nos puede deparar el futuro, o el hecho de finalizar la carrera. Pero quiero pensar que seguiremos tratando cada momento con la importancia que merece, como si fuera el último. Y, gracias a ello, conseguiremos entender que no sería una buena opción dejar marchar a alguien para quien el resto del mundo importa poco, a alguien que se aleja de todo un fin de semana para compartir contigo sus risas, abrazos y besos. Será que estaremos demasiado locos o, quien sabe, quizá muy enamorados.
 

Hasta la próxima amigos :D, y tened en cuenta que el tener a alguien especial no se resume en una pareja. Gente especial hay mil, así que ponerlo en práctica cuanto antes, porque todos nos merecemos como mínimo una sonrisa diaria. Aprovechad la vida como si cada día fuera el último, pues siempre hay cosas y personas por las que sonreír.
 
 
 
(Fotos propias)