miércoles, 5 de octubre de 2016

Creando peces en entornos secos

Hace unos pocos días tuve constancia de este vídeo gracias a un amigo docente. Por favor, echadle un vistazo:



En él se habla acerca de la importancia de enseñar a nuestros/as alumnos/as que no existe una única respuesta a los problemas planteados. Que no somos entes aislados y, por lo tanto, debemos educar en la colaboración, el respeto y la diversidad. Que la escuela debe cambiar en consonancia con el nuevo marco social que demanda una atención a la diversidad de nuestro alumnado, debiendo, como maestros, adaptarnos a las características diferenciales que éstos presentan. 

Y es que, desgraciadamente, la escuela hoy en día es un entorno bastante parecido a lo que fue hace ya demasiados años. En ella, los maestros y maestras seguimos planteando ejercicios que solo exigen la realización de mecanismos concretos para su resolución, sin importarnos siquiera si hemos adaptado dicho ejercicio a los intereses, las capacidades o el interés de nuestro alumnado. Simplemente creemos que es así como debe hacerse, puesto que es así como se hizo siempre. Caemos en el error, con todo, de proponer para peces tareas como trepar a un árbol, sin cuestionarnos siquiera quién dijo que aquello debía ser así o qué hay de malo en cambiar métodos que hoy en día, en el contexto en el que nos desenvolvemos, no son válidos. ¿Que por qué no son válidos?. Porque nuestros/as alumnos/as lo demuestran con su apatía. Porque no conseguimos llegar a su corazón con nuestra acción docente. Porque no estamos enseñándoles de forma colaborativa y después queremos que convivan entre ellos, obviando que cuando vuelven al aula se convierten en "enemigos" que luchan por la mejor nota posible, como si esa simple calificación numérica fuera lo único importante en el proceso educativo. 

Fruto de todo ésto, acabamos siendo maestros que repiten machaconamente lo que se debe hacer, cómo se debe hacer y cuándo, puesto que creemos que la esencia de la enseñanza radica en fijar una serie de rutinas y tiempos, haciendo ver a nuestros alumnos y alumnas que todo debe ser tal y como hemos predicho, tal y como hemos planificado. Quizá sea porque eso nos hace creernos fuertes, nos hace creernos importantes. Pero no olvidemos que llegaremos a ser importantes en el aula cuando uno de estos pequeños nos regale su sonrisa, nos preste su corazón y nos recuerde con cariño. No todo tiene un porqué, quizá solo se trate de ahondar en cada uno de estos niños y niñas, adaptando nuestra acción educativa a esa realidad individual que no hará sino aceptar que este proceso hoy en día se torna demasiado simple siempre y cuando partamos de la premisa principal de que no podemos tratar a todos por igual, porque todos somos diferentes. 

No os voy a engañar tampoco, creo que formas de enseñar hay muchas. Creo que cada clase es diferente y que, por ello, lo que para un grupo es válido para otro no lo es. Pero ahí es donde, en mi opinión, radica la importancia de la figura docente. Simplemente se trata de indagar un poco en las potencialidades de un niño, de explotar todo aquello que tiene y de hacerle sentir cómodo para que, así, llegue a explorar todo lo que podremos ofrecerle en su día a día, intentando que el proceso de aprendizaje se torne esencial para él, llegando cada día a ser más feliz, y aprendiendo un poco más con el firme convencimiento de que lo que va a hacer en el aula va a ser provechoso para él, y, si no, ya nos encargaremos nosotros de orientarle hacia esa felicidad. Dejadme que os diga que fruto de las pocas ocasiones que he tenido de compartir una clase con ellos he podido comprobar como lo principal es crear un clima colaborativo, de ayuda, respeto y convivencia donde todos se sientan partícipes y guías de su aprendizaje. Solo así conseguirás que sientan amor hacia lo que hacen y que, con el paso del tiempo, acaben por aprender todas esas materias que, si bien resultan esenciales, no se alcanzarían de igual modo en una persona apática que observa la tarea como algo ajeno.

No os olvidéis nunca de que un maestro es la brújula que activa los imanes de la curiosidad, el conocimiento y la sabiduría en sus alumnos/as. Ever Garrisson, el cual además de esta cita dedujo que no podía enseñar a nadie y solo hacerlo pensar, siempre ha tenido clara la importancia de la figura docente. Espero que toda la sociedad algún día llegue a la misma conclusión y que la profesión de maestro/a sea considerada como esencial para conseguir que, algún día, no enseñemos a los peces a trepar a los árboles.



Hasta la próxima amig@s :D