domingo, 23 de marzo de 2014

Adolfo Suárez: el ejemplo de cómo deberían ser los políticos en España

Adolfo Suárez González nació en Cebreros, un pueblecito de la provincia de Ávila, el 25 de septiembre de 1932. Vivía en la capital abulense y de él se dice que era un mal estudiante, que se preocupaba más de las mujeres y las juergas que de aprender, leer y sacar buenas notas. Estudió Derecho en Salamanca y, tras muchos avatares del destino (fue director de RTVE, formó parte del Gobierno de Arias Navarro...) llegó a presidente del Gobierno en un contexto, el de la Transición, bastante complicado.

Era una persona que tenía carisma. Se supo ganar a la sociedad española en un momento difícil donde nadie sabía exactamente "hacia dónde tirar". Se gano la simpatía de todo un país que le veía como el líder que necesitaban, el líder que les sacaría de una dictadura y les encaminaría a la democracia. 

Hoy, tras 81 años de vida, nos ha dejado. Toda España llora su muerte y se suceden las condolencias de toda la sociedad y de toda la clase política española. Una clase política que le ve como un ejemplo a imitar. No se dan cuenta de que, si realmente quisieran imitarle, deberían ser mucho más humildes, mucho más humanos, preocuparse menos por el dinero y más por las personas... Pero está claro que pocas personas han nacido para ser como el gran Adolfo Suárez.

Hoy quiero sumarme a estas personas que quieren despedir al primer presidente de la democracia española. Yo no le conocí. Tampoco había nacido cuando él gobernó. Únicamente he oído, a lo largo de toda mi vida, a multitud de gente hablando muy bien de él. Gente anónima, que se basó en sus hechos para juzgarle. Gente que cree que, con mayor o menor acierto, vivió por y para su país. Probablemente su sueño era un futuro mejor, y está claro que lo ha conseguido. Desde aquí mi más sincero agradecimiento. 


"El futuro del pueblo no está escrito, porque solo puede escribirlo el pueblo"
"Hay algo que ni siquiera Dios pudo negar a los hombres: la libertad"
"La vida siempre te da dos opciones: la cómoda y la difícil. Cuando dudes, elige siempre la difícil, porque así siempre estarás seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti" Adolfo Suárez González


Hasta la próxima amigos :D

sábado, 22 de marzo de 2014

Y tú, ¿de dónde eres?



Probablemente a todos nos hayan hecho esta pregunta. Si tenéis pueblo, es más típico aún el... ¿y tú, de quién eres? :D. Pues bueno, la semana pasada fui a la Sierra de Francia. Para los que no la conozcáis, es un paraíso situado en la zona sur de la provincia de Salamanca. Un lugar donde relajarse, donde disfrutar, donde observar la maravillosidad del paisaje y donde deleitarse con las vistas de un territorio que se extiende más allá de lo que tus ojos alcanzan. Pinos, robles centenarios, castaños... te acompañan en tu camino y sabes que por fin tienes un momento para pensar en tí, en tus cosas.


En medio de ese paseo, entre esas vistas, tienes una oportunidad increíble para dejar de lado todo aquello que inunda tu día a día. Las clases, el trabajo, los problemas... pierden importancia en favor de lo que te rodea, de los que te rodean. Sientes que estás en el paraíso, porque hacía mucho que no volvías a tus orígenes, a lo que eres. Y yo, la semana pasada, me volví a sentir serrano, y me vino a la mente todo esto. ¿Por qué mostramos un cariño especial al sitio del que provenimos?, ¿Por qué me sentía como en casa rodeado de estos paisajes o volviendo a dormir en la casa que vio nacer a mis abuelos?. 


                                      


Y es que realmente no sé qué tiene de especial un lugar u otro para que lo catalogues como "tu hogar". Ese hogar no es otra cosa que un trozo de tierra, más o menos bonito, más o menos verde, con mar o sin él, con árboles o desprovistos de ellos. Pero no deja de ser ese sitio que te ha visto nacer y crecer. Un sitio lleno de recuerdos, de muy buenos recuerdos. Es por ello que a todos se nos pone esa sonrisa bobalicona cuando llegamos al pueblo y decimos sentirnos mejor que nunca. Porque se nos llena la boca afirmando que en un futuro envejeceremos allí, con nuestro huerto, y rodeado de todos esos recuerdos que han conformado nuestra vida. Espero y deseo que la mejor vida posible.

                                        

                                                         


¿Le guardamos recuerdo a nuestra tierra por cómo es o por los recuerdos que encierra?, ¿no tendríamos el mismo cariño a un pueblo de la vasta llanura castellana que a uno de la bella costa asturiana?. No quiero responder a esto, solo busco que valoréis vuestro lugar de origen. Sentíos orgullosos del lugar que os vio nacer y crecer, de las personas que compartieron ese lugar con vosotros, que os ayudaron a descubrir palmo a palmo esa tierra, esos lugares. Porque no creo que haya un sentimiento mejor que el que despierta esta vuelta a tus raíces.

Verdaderamente os digo que pocas veces me he sentido serrano. Era el pueblo de mis abuelos sí, veraneaba allí muy a menudo pero el simple hecho de volver te hace recordar esas tardes yendo a la piscina natural, esas mediodías en la terraza, al sol. Ese olor a jara y esas noches de refresco con tu familia. 

Muchas veces peco de salmantinismo, la gente que me conoce lo sabe. Pero me gusta pensar que soy muy afortunado porque quiero a mi tierra. Puede sonar absurdo, pero el simple hecho de amar la Sierra de Francia, Salamanca o Las Arribes del Águeda solo es un reflejo de que esos lugares son los que considero "mi hogar". Lugares poblados por las personas que han marcado mi pasado, presente y futuro. Y sé que no me importa lo que me depare el destino. Siempre que regrese a cualquiera de estos sitios me seguirá invadiendo esa idea, ese sentimiento de volver a mi hogar. Y verdaderamente pensaré que no estaría mejor en ningún otro sitio del mundo.







 Hasta la próxima amigos :D




(Fotos propias)

miércoles, 19 de marzo de 2014

La naranja entera

Llevo ya un tiempo sin escribir, y notaba que me faltaba algo. Ya no sé si me leéis o simplemente escribo para mí, pero es entretenido. 

La cosa es que hoy me ha dado por pensar en lo tontos que nos volvemos cuando nos enamoramos. Es como si todo a nuestro alrededor se volviera maravilloso, como si las desgracias que nos rodean fueran ajenas a nosotros. ¿Y por qué? Porque tenemos a esa persona. A alguien que nos comprende, que nos escucha, que comparte nuestras alegrías y penas. Nos encontramos en un estado perfecto porque parece que, al lado de esa persona, no nos puede pasar nada malo.  Me hace tanta gracia observarnos regalando a nuestras parejas tantos "gordi", "cariñito", "amormi"... ¿a qué jugamos? Verdaderamente no nos vemos, pero estoy seguro de que, si lo hiciéramos, nos sentiríamos ridículos. Pero no nos sentimos así. Inconscientemente llega un día en el que te sale decirle cariño. Ese cariño que tanto has odiado oír toda tu vida ahora está saliendo de tu boca, y lo peor es que te encanta. Te vuelves un tío blando y comienzas a regalarle los oídos, a invitarla a cenar, a querer saber de ella constantemente... Y parece que tu vida, que todo lo que te rodea, pierde el sentido si ella no está.

Y es aquí donde quiero entrar hoy. ¿Qué pasa si todo esto se acaba? Si de repente un día alguno de los dos siente que ya no merece la pena, ¿qué hacemos? Sé de mucha gente que llora amargamente. Cada vez que vuelve a coincidir con su amado/a es como si el mundo se desvaneciera. Cuando pasa por su parque, el banco que tantos besos les vio darse... sufre una gran congoja. Pero, ¿realmente es para tanto? Yo creo que no. Yo creo que nos empeñamos tanto en querer hacernos mayores, en conocer a su familia, en que nos hagan felices las 24 horas del día, en no dar nuestro brazo a torcer... que acabamos por romper con todo y con todos. Luego, generalmente, vienen los arrepentimientos y los y si: y si la hubiera tratado mejor, y si no hubiera hecho/dicho esto... Pero igual ya es tarde.

La cosa es que nos empeñamos en buscar la media naranja que nos complemente, pero no nos damos cuenta que eso es algo accesorio. Somos cada uno de nosotros los que formamos la naranja entera. Somos nosotros los que no necesitamos a otra persona para ser felices. 

Pensemos, ¿qué es una pareja sino alguien que nos hace felices?, ¿Alguien que comparte con nosotros muchos momentos y lugares?, ¿Acaso no es alguien especial?. Sí, una pareja es todo eso. Pero el simple hecho de basar nuestra felicidad a su alrededor es un grave error, pues entonces nunca nos enfrentaremos a nuestra propia realidad. 

Lo que intento decir es que no me considero más feliz por estar a su lado, pues siempre me he considerado feliz. Lo que nunca consentiría, y mucha gente a mi alrededor lo hace, es que esa persona me haga cambiar, pues he aprendido a ser feliz como soy, con o sin ella :D. 



Hasta la próxima amigos :D