Desgraciadamente, en nuestra sociedad nos hemos acostumbrado demasiado a ciertas situaciones un tanto "extrañas" por llamarlo de alguna manera. Y considero que no debería ser así. Considero que la sociedad está perdiendo el rumbo y hoy en día los valores parecen haber perdido toda su importancia. Nos parece gracioso observar en la tele como un grupo de energúmenos y maleantes se convierten en iconos de una juventud cada vez más perdida cuya única misión es esperar al fin de semana para salir al parque a hacer botellón. Nos resignamos viendo como la corrupción y las estafas son la nota dominante en los estamentos más elevados de la sociedad e incluso nosotros nos permitimos la licencia de engañar o malversar con tal de conseguir nuestros objetivos. No nos parece algo malo que haya tantísimos pisos vacíos porque sus dueños son los que tienen la potestad para decidir acerca de su utilidad pero, sin embargo, nos apiadamos de cualquier mendigo que malvive en una esquina cochambrosa y fria bajo multitud de cartones y, probablemente sin nada que llevarse a la boca. Bueno, qué digo apiadamos, lo que hacemos es evitarlos, mirar para otro lado y deshoír sus lamentos y gritos. Y todo esto es "fruto de la modernidad". Antes se llevaba eso de vivir como hermanos, compartir lo poco que se tenía...
Hoy el que es bueno está explotado, se aprovechan de él y, evidentemente, no sale nada rentable en esta sociedad que se guía por los intereses económicos y de una sociedad abocada a la debacle. Es una situación de la que todos somos conscientes, pero que pocos pretenden cambiar, al menos hacen intento de cambiar. Todos hemos pasado por la calle y hemos evitado cruzarnos con gente "con mala pinta" por temor a que nos ocurriera algo. Todos hemos ido a alguna manifestación descontentos con la política en algún momento de nuestra vida pero ninguno ha acudido a ninguna que busque la implicación de los políticos en la protección medioambiental. No sé qué imagen pretendemos dar a nuestros hijos si tenemos una foto de una persona de color en el salón y nos enorgullecemos diciendo que le hemos apadrinado y, minutos después, salimos a la calle y negamos un euro a un pobre hambriento. Total, lo va a gastar en vino...
Todos nos hemos acomodado a esta situación. Preferimos no pensar las cosas y para ello ponemos la tele. Catástrofes naturales, hambrunas, abusos de todo tipo... nos parecen tan ajenos... ¿Y si el día de mañana nos encontráramos en una situación similar? ¿No nos gustaría que nos ayudaran? Yo mismo digo que hay que ser tolerante, hay que dar libertad, hay que colaborar con todos sin importar las apariencias... pero a la hora de la verdad preferiria dar clase en un colegio acomodado por aquello de quitarme agobios y encontronazos. Se lleva mucho esto de: ande yo caliente... ¿Para qué voy a preocuparme por los demás?
Por un momento, he querido dejar de lado todo este estúpido mundo y centrarme en todo aquello que realmente me asquea de la sociedad en la que vivimos. Probablemente, en media hora haya olvidado todo esto. Seguramente mañana negaré dinero a los mendigos que encuentre por la calle poniendo la excusa de que no llevo dinero encima. Pero sin embargo me sentiré muy bien cuando ayude a cruzar la calle a una anciana, porque creeré que ella no es ningún peligro para mi posición.
Y si todo esto lo vemos como futuros docentes, la cosa se volverá harto complicada. Todos estos aspectos de la sociedad se van a ver reflejados en el aula. Y es muy difícil decirle a un niño que, a pesar de que intentemos transmitir en el aula valores como la tolerancia, el apoyo, el respeto... ni sus padres ni nosotros los ponemos en práctica. Es muy difícil también decirle a un alumno que tienes una casa libre que podrían usar 4 de los más de medio millón de sintecho que hay en España. Es muy difícil explicar al aula que Juan, por ejemplo, no huele como los demás porque en su casa han cortado el agua. Y te va a tocar hacerlo.
No sé cómo abordaré estos temas en el aula, pero sé que van a salir a escena y que, personalmente a mí, no conseguían convencerme con aquello de ayudar al prójimo si justo a la salida los mismos docentes que pretendían transmitirme esos valores negaban una moneda a un vagabundo.
La mejor manera de hacer entender la sociedad es teniendo claro que no somos tan buenos. Que no vamos a pretender cambiar de golpe pero sí gracias a pequeños pasos, pequeñas gotas de lluvia que conforman una marea. Podríamos empezar intentando dar ejemplo o, si ello no fuera posible de momento, parándonos a pensar cómo nos gustaría que cambiara la sociedad, en qué aspectos.
Me gustaría enseñar esta canción en mi aula el día de mañana y que, como a mí en su momento, se nos explicara que, ante la que se nos avecina, no vale de nada tener dinero ni joyas, sino procurar ayudar al prójimo para que el día de mañana también puedan ayudarme a mí. Lo fácil es decirlo, lo difícil, ponerse a ello.
Reciclémonos como personas, reciclemos la sociedad.
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