Así comienzo esta nueva entrada, citando al famoso Ralph Waldo Emerson.
En nuestra vida, y muy a nuestro pesar, estamos constantemente superando obstáculos. Nos encontramos a cada rato sometidos a nuevos agobios y presiones. Ya sea nuestro futuro, las notas, los compañeros... Intentamos a cada momento agradar a todos, sentirnos bien con nosotros mismos y queremos constantemente ser mejores personas, conseguir todas las metas que nos proponemos y no defraudar a la gente que apuesta por nosotros.
Algo parecido le pasaba en la película al famoso Billy Elliot. Este niño inglés siempre había querido ser bailarín de ballet. Sin embargo, el contexto en el que vivía (una familia monoparental y sobrellevando como podía la crisis reinante del carbón en los años 80) le impedía dedicarse a su verdadera vocación por aquello de que estaba mal visto por tratarse de un chico. Billy debía ir a boxeo, algo para lo que no tenía verdadera dedicación y cuando podía abandonaba para dedicarse a otros menesteres como podían ser los de bailar. Pese a las reticencias de su padre y su hermano, y con la ayuda de su profesora de baile, Billy llegaria a ser un gran bailarín profesional desechando todas aquellas voces que opinaban que los hombres no estaban capacitados para ejercer tan dedicación y, asimismo, haciendo ver a su padre y hermano que el ballet era lo que Billy realmente amaba y que no se conformaría tan facilmente con seguir relegándolo a un segundo plano. Él quería bailar, y haría todo lo posible por conseguir sus sueños.
Muchas veces, a lo largo de nuestra vida, estamos tan perdidos como lo podría estar Billy en su momento. A mí mismo se me planteó esa duda hace dos años. ¿Qué hago? ¿Estudio lo que realmente me gusta o me decanto por una carrera por la sociedad vista como "más útil" o "menos cómoda" o, por qué no decirlo, para gente "menos tonta"? Porque a nivel social esa es la concepción que se tiene de nuestra carrera y todo lo que la rodea.
Y más allá de nuestro futuro profesional. Estoy seguro de que en más de una ocasión nos hemos dejado llevar por las opiniones de los demás sin ni siquiera cuestionarnos si realmente lo que realizamos nos hace felices. Sin pararnos a pensar si eso es lo que realmente nos conviene o si realmente estamos pensando por nosotros mismos.
Personalmente, considero que no sirve de nada vivir dejando de lado tus ideales, tus propios sentimientos y formas de actuar. Debemos, porque no, hacer caso a las opiniones de los demás, pero ante todo se trata de nuestra vida, y somos nosotros los que debemos vivirla. Lo único que debemos tener es un poco de confianza en nosotros mismos y que, ante todo, tengamos claro que todos aquellos pasos que demos, todo eso que nos configura como persona, ha de estar cimentado en una serie de valores imprescindibles como son el respeto, la libertad y la confianza. Por encima de ello, sólo nos queda seguir andando nuestro camino.
Un camino de vida.
Y es que, el mejor sentimiento que podrás tener cuando seas mayor es el de satisfacción al decir: "sí, creí en mí, y he llegado hasta aqui por mis propios méritos. Sin pistotear a nadie, sin dejar de luchar. Con una sola meta: ser feliz".
(Imagen sacada de Google)
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