martes, 12 de marzo de 2013

Arte al servicio de la sociedad

Allá por los años 60, tal y como nos explicaron este lunes en clase, un grupo de jóvenes neoyorkinos decidió comenzar a utilizar sprays de pintura para crear pequeñas "firmas" y composiciones en los vagones del metro de Nueva York. Sin saberlo, estos jóvenes comenzaron a desarrollar el arte de los grafitis, y su intención inicial no era otra que la de darse a conocer y que sus nombres y pretenciones se vieran a lo largo de toda la ciudad estadounidense.

Hasta nuestros dias, este arte callejero ha ido evolucionando muy rapidamente. En sus inicios era un tipo de expresión bastante sucia y perseguida. Estas personas no guardaban respeto por nada pero, sobre todo, comenzaban a hacer ver la realidad en unas sociedades occidentales necesitadas de nuevos cambios y de otras formas de expresarse. Poco a poco, este nuevo arte se fue extendiendo por cada ciudad del mundo. Cada vez se tenían más en consideración y los grafitis eran vistos como un modelo diferente de arte, más callejero, más simple... pero que lograba reflejar fielmente muchos de las pretensiones de la nueva juventud occidental que buscaba una forma de expresión diferente, al margen de la sociedad.

Y pese a nacer paralelo a la sociedad, el arte de los grafitis se ha integrado hasta el punto de que todos nos damos cuenta de la importancia de los mismos. Muchas instituciones, muchos comercios, empresas de todo tipo utilizan estos "murales" llenos de color para transmitir distintos mensajes. Incluso muchos de estas instituciones ponen muros a disposición de estos artistas para que desarrollen sus obras con total libertad. 

En relación a todo esto siempre me ha llamado la atención un grafiti de la carretera de Béjar en nuestra ciudad:







Se trata de un grafiti del propio ayuntamiento de Salamanca. En él, podemos observar a un niño y a una niña. Ambos están soplando, y a través de este soplido dan lugar a la ciudad charra. Se vislumbra facilmente la silueta de las catedrales y el casco histórico en el entorno del Puente Romano. Al lado, el nombre de la ciudad escrito de forma llamativa y, por último, un escudo de la ciudad. 

Podemos ver gracias a la fotografía como el arte (de los grafitis en este caso) se pone a disposición de la sociedad y las instituciones para transmitir un determinado mensaje.

Está claro que la actual composición de este muro me parece mucho más acertada que un simple gris de hormigón. Mucho más barato que recubrir todo el muro de piedra de Villamayor, y mucho más original que plantar unas enrredaderas a lo largo y ancho del muro.

No pretendo que cada muro, cada fachada de las urbes se llene de estos grafitis, muchos de los cuales no gozan de la estética mínima o se sitúan fuera de lugar, manchando monumentos y verdaderas obras de arte. Pero, cualquier espacio carente de uso, cualquier muro inerte y abandonado a su suerte, cualquier zona que se pueda poner a disposición de verdaderos artistas como los que realizaron la composición de la foto debería poder usarse para, con el adecuado decoro y civismo, convertir estos espacios vacíos en espacios de vida, espacios de color y espacios de alegría.

Si los ciudadanos disponen de buenos grafitis como este, estoy seguro que cambiarán su mentalidad hacia este tipo de arte un tanto rebelde. Si conseguimos que sea visto como un medio de difusión cultural a disposición de todos y usado por todos observaremos como más de uno se detendrá a mirar graffitis sin verlos como algo escandaloso y horrendo que afea las paredes de la ciudad. 



Si con esta entrada consigo que alguien mire con otros ojos este tipo de arte urbano y se acerque a ver esta obra a su emplazamiento, habré conseguido mucho.

(Imagen propia)

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