Imaginemos una mañana cualquiera en un colegio de Salamanca. Un alumno se dispone a acceder a su aula. Va cansado y aburrido. Por suerte ya es viernes y acaba la semana. Otra semana de clase. Una clase que le aburre. Una clase donde los profesores ya están cansados de dar lo mismo día sí día también. Una clase donde los alumnos compiten entre sí por sacar las mejores notas bajo un sistema educativo que les aliena y les etiqueta (uno es el tonto, otro el hiperactivo, otra la revoltosa...). En esa clase nunca se hace nada interesante para los alumnos. Nunca salen al patio a estudiar ni a observar los animales del entorno. Nunca se les tiene en cuenta ni se escuchan sus opiniones. Sus padres nunca han ido a conocer sus pupitres y siempre que los docentes se ponen en contacto con ellos es para darles las notas. Unas notas que, por otra parte, no informan acerca del proceso educativo del alumno sino que se limitan a informar a través de una nota numérica acerca de si el alumno ha alcanzado los límites marcados en el aula como "suficientes". En esta clase, sólo el profesor tiene razón. A este alumno antes nombrado le gusta la Plástica, pero como es malo en Matemáticas se le considera tonto pues esa asignatura está para pasar el tiempo, no va a ayudarle en su vida futura. Gracias a la Plástica este niño no va a disponer de un título ni de un gran trabajo. ¿Para qué perder el tiempo en algo que no te va a proporcionar ningún empleo en el futuro?, se preguntan sus padres y profesores.
Es muy probable que todos nos hayamos sentido identificados con esta narración. Te llames Alberto, Cristina, Enrique, Gloria... es muy probable que hayas asistido a un aula semejante. Un aula donde las bajas expectativas y las etiquetas dominaban la labor docente diaria. Siempre hemos querido un sistema diferente porque nos hemos sentido poco valorados y realizados en el actual. Pero, ¿cómo ha de ser este sistema educativo?
En la película LA EDUCACION PROHIBIDA se dan una serie de pinceladas acerca de cómo ha de ser el sistema educativo. Este sistema ha de adaptarse a las características de libertad y desarrollo personal por los que tanto abogamos. El aula tiene que ser un espacio de desarrollo personal y social. Un espacio en el que todos nos sintamos libres y partícipes de las tomas de decisiones. Un lugar donde el adoctrinamiento y las exigencias del currículo den paso a nuevas formas de enseñanza y educación. Y es que, ¿por qué hemos de recluir a los alumnos en el aula si trabajan mejor fuera de ella? ¿Acaso creemos que si les damos libertad no se van a sentir mucho más agusto en el aula? ¿Por qué las ideas y pensamientos del profesor son las únicas válidas en el contexto del aula?
No hablo de libertinaje ni de total fragmentación de los espacios en el aula. Estoy hablando de la adaptación del entorno de libertad que reina en la sociedad a la actividad del aula. Hablo de un lugar en el que los alumnos puedan expresar sus emociones, donde el juego y la capacidad para resolver los problemas de forma autónoma sean la nota predominante y donde las emociones jueguen un papel esencial en el día a día de la clase. Debemos volver a confiar en la profesión docente. Saber que es una persona que va a procurar el mejor desarrollo del alumno. Que no va a pretender saberlo todo sino aprender también de ellos. Que va a participar activamente y que va a ser un guía del propio aprendizaje del alumno. Y es que, no debemos olvidar nunca que es el alumno el verdadero guía de su conocimiento.
Todas estas iniciativas que podemos llevar a cabo en el aula (muchas de las cuales se están realizando con resultados verdaderamente satisfactorios) nos suenan a utopía, pero no son más que una transformación hacia una escolaridad activa, participativa y en libertad.
Me gustaría resaltar la última parte de la película. En especial la lectura del manifiesto por parte de los alumnos y docentes. Me ha emocionado verdaderamente como se ve a unos profesores implicados, involucrados con el aula. Personalmente me gustaría que llegara un día en el que verdaderamente fuera capaz de decir Sí, yo conseguí que mis alumnos fueran felices. Yo les amé y, con ello, conseguí que amaran a los demás. Como bien afirma el docente, los conocimientos ya vendrán. Sólo debemos crear una base de felicidad y amor.
Lo único que debemos tener claro es que necesitamos llevar a cabo un proceso de transformación de las escuelas en el que participen todos (alumnos, familia, docentes...). Tenemos los mecanismos, las personas y la ilusión. Pongámonos a ello y, sobre todo, confiemos en los niños, tienen mucho que decir.
Juntos podemos lograrlo
Vídeo la Educación Prohibida:
No puedo reprimir mi alegría ante esta iniciativa del Blog, y ante todo ante la iniciativa de que todo lo que propones aquí sea llevado a cabo. Si esta es la educación que se espera para nuestros hijos, no se me ocurre otra cosa más que dar las gracias a todos aquellos que como Alberto, han nacido para ser maestros.
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