miércoles, 10 de diciembre de 2014

Misión 1: Ama intensamente.

En la vida, nos vamos a cruzar con multitud de personas. Unas van a pasar inadvertidas. Otras, forman parte de nuestra familia y, por ello, no podemos elegirlas. Pero hay otras personas que elegimos nosotros. Los conocemos en la escuela, en el trabajo... y tenemos la oportunidad de pasar mucho más tiempo con ellos, tenemos la oportunidad de conocerles mejor, de convertirles en personas muy importantes para nosotros.
 
¿Qué determina que una persona pase de ser uno más a alguien con quien compartirlo todo?, ¿alguien por quien luchar, a quien defender, alguien que no sea cualquiera?.
 
Yo pienso que ese paso es algo que hacemos inconscientemente. Un día, esa persona te sonreirá, o provocará tu sonrisa con cualquier comentario ingenioso. Probablemente te quedes embobado mirándola y te sientas muy a gusto a su lado. Querrás saber de ella, verla cada vez más. Sentirás la necesidad de contarle muchas cosas y te bastará con su simple mirada para encontrarte bien, encontrarte feliz. Sin darte cuenta, se ha producido un pequeño milagro. Ese milagro hace que nos enamoremos, que veamos a la otra persona como alguien con quien compartir miles de momentos, miles de lugares.
 
 
 
 
Y cuando realmente te encuentras en algún paraje de exuberante belleza junto a ella, cuando no hay nadie ni nada por lo que preocuparse ni con quien hablar, cuando sientes que no podrías estar mejor en ningún otro sitio es cuando realmente empiezas a valorar lo mucho que tienes, lo afortunado que debes sentirte y lo mucho que darías por detener el tiempo y que esas escapadas románticas constituyeran vuestra seña de identidad siempre.
 
Pero lo que más me llama la atención de todo esto es el pensar que algún día pueda acabar. Está claro que el sentirse feliz, enamorado o simplemente "pillado" por alguien no deja de ser algo, a todas luces, pasajero, puesto que muy poca gente se permite el lujo de amar a la primera persona como si de la única se tratase. La mayoría de la gente no es así. Para la mayoría, el amor es efímero, y como tal hay que vivirlo. Hay que sentir cada momento como si fuera el último y aprovechar cada caricia, cada beso, cada paseo, cada risa y cada abrazo. Porque solo entonces comprenderemos la importancia de las cosas. Esto es como el simple hecho de beber agua, ¿Cuándo valoramos su sabor, o su importancia? Cuando la necesitamos, cuando llevamos mucho sin probarla, cuando pensamos que va a ser el último sorbo en mucho tiempo. Con el amor pasa igual. Valoramos lo que tenemos cuando lo necesitamos, cuando llevamos mucho tiempo buscando a esa persona, o viéndola en la distancia y, sobre todo, cuando nos imaginamos que ese encuentro va a ser el último. Podemos perder el tiempo y no valoraremos lo que tenemos entre manos, pero el simple hecho de disfrutarlo como si fuera el último momento compartido hará que siempre recordemos que eso que nos une va a ser lo mejor posible pues lo hemos vivido intensamente.
 
Solo con ese sentimiento, solo con esa intensidad, aprenderemos a valorar lo que tenemos, aprenderemos a quererlo para nosotros y a buscarlo constantemente. Solo con los besos más húmedos y sentidos que puedas darle conseguirás que comprenda lo mucho que vale para ti, y comprenderá la estupidez que sería dejarte marchar si algún día las cosas se torcieran. Y, si por lo que sea se tuercen, no me gustaría tener que pensar en aquello que dejé escapar por no haberlo vivido intensamente, por no haber entendido esta premisa tan importante.
 
Este fin de semana he estado en Candelario, un pueblecito de la provincia de Salamanca, precioso donde los haya. Y he tenido la suerte de poder compartirlo con esa persona que, después de tantos años, ahí sigue. He pensado en todo esto, y me he dado cuenta de que viviendo cada segundo intensamente es como he conseguido llegar adonde estoy, a su lado. No sé que nos puede deparar el futuro, o el hecho de finalizar la carrera. Pero quiero pensar que seguiremos tratando cada momento con la importancia que merece, como si fuera el último. Y, gracias a ello, conseguiremos entender que no sería una buena opción dejar marchar a alguien para quien el resto del mundo importa poco, a alguien que se aleja de todo un fin de semana para compartir contigo sus risas, abrazos y besos. Será que estaremos demasiado locos o, quien sabe, quizá muy enamorados.
 

Hasta la próxima amigos :D, y tened en cuenta que el tener a alguien especial no se resume en una pareja. Gente especial hay mil, así que ponerlo en práctica cuanto antes, porque todos nos merecemos como mínimo una sonrisa diaria. Aprovechad la vida como si cada día fuera el último, pues siempre hay cosas y personas por las que sonreír.
 
 
 
(Fotos propias)
 
 

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