martes, 4 de noviembre de 2014

Partidos de fútbol infantiles: una batalla campal

¿Nunca os habéis parado a contemplar un partido de fútbol de niños pequeños? Aquello parece la Tercera Guerra Mundial. Padres histéricos que se meten con el árbitro, madres preocupadas por si su hijo se hace una herida en un golpe con otro por intentar coger el balón, niños frustrados porque sus padres le han transmitido la idea de que lo único que vale es ganar y, si para ello hay que pisotear al rival o enemistarse con él, lo hagan. También hay padres que quieren que sus hijos sean los que destaquen cueste lo que cueste. Si, si, destaquen, aunque su hijo sea malísimo y lo único que busque en el deporte a su edad sea un medio de socialización, de diversión y de compañerismo. 

Sin embargo, los partidos de hoy en día están algo "viciados". Viciados porque siempre hay vencedores y vencidos. Viciados porque estos vencidos se sienten defraudados con el resultado porque lo único valorado es que alguien gane, que alguien se sobreponga a los demás. Cierto que nuestra naturaleza humana tiene algo de ello: de supervivencia, de enfrentamiento... Pero también de diversión, de ayuda, de respeto o de apoyo. Parecemos valorar únicamente los resultados y no el proceso, la implicación o la participación de nuestros alumnos o hijos. 

Sin darnos cuenta, terminamos por hacerles demasiado competitivos. Si un padre o entrenador se centra en la importancia de la victoria, del jugar bien... el niño sólo se preocupará por centrar sus esfuerzos en ganar, sea como sea y cueste lo que cueste. Si un niño observa a su padre en la grada enfurecido por sus pésimos pases, o porque no se juega el tiro, o porque el entrenador no saca a su hijo, o simplemente porque está volcando en ese partido todo lo malo que le acontece como si ese rato constituyera su "terapia semanal", lo que está comprobando es que tiene dos opciones al ir al campo de juego: o hacerlo bien, o defraudar a su padre/entrenador. ¿Es o no es triste?

Ayer me llegó un vídeo como este. Observadlo por favor:



¿Qué veis?, ¿No os produce gracia, ternura, alegría y un sentimiento de admiración increíble?. A mí desde luego sí. Admiración por su buen juego no creo, a la vista de lo que el vídeo narra. Admiración por sus resultados tampoco. Y sin embargo, los padres y el entrenador de estos chicos se sienten orgullosos. Orgullosos porque juegan felices, respetan al contrario y confían en los demás, se apoyan unos a otros. Son un equipo realmente malo, el peor que podamos haber visto, pero si valorarámos otras cosas que solemos obviar descubriremos que quedar primeros o últimos en la liga es una cosa bastante tonta, bastante carente de importancia a estas edades. Lo que realmente hemos de buscar es que el niño juegue y se divierta feliz. Que corra, anime a sus compañeros, que se sienta querido, que su padre se enorgullezca de cada pequeño paso que va dando. 

Realmente la felicidad de este equipo puede contagiar a cualquiera. Podemos reír como ellos al reconocer que aquello de ver un gol marcado por el equipo es un milagro. Podemos comprobar cómo no pierden la ilusión porque algún día marquen y se sientan, si cabe, más orgullosos de lo que hacen, de lo que van logrando día a día.

Estos pequeños niños de 6 años son MUY GRANDES. Un reflejo de lo que todo equipo de fútbol debería ser. Un grupo de gente que sueña, ríe y se abraza. Porque ya tendrán tiempo de marcar goles. Hoy tienen 6 años y se preocupan de ser felices y disfrutar en cada encuentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario