jueves, 13 de noviembre de 2014

Personas

Un día, te sientas en un banco y comienzas a observar. A tu derecha, una hombre de avanzada edad. Se detiene junto a ti, buscando atraer tu atención con algún tema de conversación, da igual cual. Solo quiere entretenerse, contarte sus anécotas y batallitas. Apoya sus manos en un bastón de madera bastante antiguo. Ese bastón es su mayor apoyo, como bien me dice. ¡Qué triste! Su familia apenas le tiene en cuenta. Prefieren dedicar su tiempo a mejores menesteres, a saber: viajar, divertirse o incluso cenar con sus amigos.

Enfrente, me encuentro con un matrimonio joven en la terraza de un bar. Se miran, se sonríen y se besan. Se les ve bastante felices, parecen hacer buena pareja. Son jóvenes y apasionados, quieren comerse el mundo y, por qué no, también comerse entre sí, a besos claro. Una ligera tos los hace despertar de esa situación de embelesamiento para fijarse en el camarero, que lleva un rato esperando para atenderles entre tanto arrumaco de la pareja. ¡Qué envidia me dan, yo también quiero tener aquí a esa personita tan especial!

Tras este camarero, puedo observar a otra pareja. Casualmente ellos también estaban mirando a aquellos jóvenes que se regalan tantos besos y caricias. Aquellos para los que la vida poco importa. Se miran, pero no se sonríen. Se lamentan por el tiempo perdido, esfumado digamos. Hoy en día no tienen tiempo para esas cosas, pues sus hijos absorven la mayoría de su tiempo. Esos tres niños que han engendrado parecen no descansar nunca. Les agobian, marean, no se callan. Gritan y gritan. Ellos han elegido ese camino, pero hoy, al mirar a aquellos dos jóvenes, han querido por un momento retrotraerse a ese momento de noviazgo, de idilio y ensoñación. Pero quizá tienen algo que los otros también ansían, una familia.
 
Tras este matrimonio deambula una persona pidiendo dinero. ¿Para qué dárselo? Fijo que se lo gasta en vino pienso. Él muestra un rostro pálido y alicaido. Va de lado a lado increpando a toda la gente con la que se encuentra afirmando que lo necesita para sus hijos, que tiene una situación económica muy mala. Unos desconfían de él y otros le dan unas cuantas monedas, que le hacen confiar un poco en la sociedad. Solo un poco.
 
A mi izquierda, una mujer en un puesto de castañas. Ahora que llega el frío estos puestos crecen como setas en las ciudades españolas. Y es que, ¿qué mejor que unas castañitas asadas?. Veo como una señora de avanzada edad se compra unas cuantas y se aleja, parsimoniosa pero firme, por la calle abajo. Más personas siguen este ritual. Cada una lleva un camino diferente, proviene de un sitio y va a otro. Todos forman parte de este pequeño "ecosistema" que constituye este momento y este lugar.
 
Mirad, en la vida nos cruzamos con gente a diario. Unos van, otros vienen. Unos tienen unas preocupaciones y otros otras. Gente ajetreada por llegar a tiempo a clase, otros sin ninguna prisa. Con sueño, sonrisas... Distintas caras, distintas expresiones... Hay una variedad alucinante en nuestras calles, en nuestro entorno.
 
Pocas veces nos detenemos a pensar en esto. Pocas veces se produce el milagro en el que piensas en los posibles problemas de los demás, en sus virtudes, en lo que sienten, aman o pueden llegar a padecer. ¿Y si hacemos el mundo un lugar mejor y nos preocupamos un poco más en los demás?, ¿y si nos molestamos en hablar con ese anciano que se ve tan apagado y aburrido?, ¿y si intentamos propiciarle a nuestra pareja la misma felicidad que aquellos de la terraza se procuraban?, ¿y si damos una limosna a ese mendigo confiando en que realmente la necesita?. No sé, hoy me ha dado por pensar en las personas que me rodean. Quién sabe, a lo mejor para ellos soy el tío solitario del banco.
 
 
 
 
 
Hasta la próxima amigos :D

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