Resulta increíble pensar hoy en día acerca de todo lo que ha cambiado nuestra sociedad. Basta con dar una vuelta por cualquiera de nuestros hogares para comprobar cuáles son esos nuevos inventos que nos han hecho la vida más cómoda y sencilla. Basta con comprobar que los pensamientos colectivos son distintos, que los valores que compartimos también han cambiado y que la forma de entender el trabajo, las relaciones, la sexualidad o las amistades también. Pero, ¿qué me decís del sistema educativo?.
Evidentemente, no quiero ser alarmista ni negativo, pues también ha sufrido cambios. Hoy en día nos encontramos con una escuela más abierta y participativa. Una escuela donde los profesores tratan de adaptarse a las características de sus alumnos/as y donde nuevos artilugios como la pizarra digital o los ordenadores individuales se van incorporando poco a poco a la estética de nuestras aulas. Sin embargo, y así sucede en la mayoría de los casos, nuestras aulas siguen manteniendo unos agrupamientos (individuales o por parejas) que no fomentan en absoluto el trabajo en equipo en una sociedad que cada vez lo demanda más. Enseñamos a nuestros/as alumnos/as a competir por una nota, a ser el/la mejor en asignaturas que, en muchos casos, tienen poca importancia para él/ella. Queremos que sean los mejores, que compitan entre ellos/as y les enseñamos que el que saca un 10 es un triunfador y el que saca un 2 no lo es, sin cuestionarnos siquiera si hemos adaptado nuestra labor educativa a sus necesidades, a sus características. Y después, cuando todo esto acaba y nuestros/as alumnos/as se convierten en personas laboralmente competentes se encuentran con un mundo en el que han de cooperar y trabajar en grupos sin apenas contar con experiencias previas. Ken Robinson establece, con gran acierto, un símil entre este sistema y una fábrica. Y ya no solo al referirnos a esta disposición lineal que asemeja a una cadena de montaje. Se trata más bien de etiquetar a nuestros alumnos con marcas, como si de modelos se tratase, llevando al resto a asemejarse a aquel que obtuvo el mayor reconocimiento, el mejor galardón. Y el hecho de no juzgar las mejores individuales nos lleva a plantear que todos deben ser iguales, estableciendo criterios homogéneos para personas que no guardan tantos parecidos como creíamos antiguamente.
PARA MÍ ESO ES UN ERROR. Un error porque hoy en día solo interesa ser el mejor, ser el más capaz, llevando incluso a creer por buenos contenidos o asignaturas con las que no todo el mundo comulga. Obviamos, dicho sea de paso (y si mi situación de docente de Educación Física lo permite), asignaturas importantes como la mía o Educación Artística porque eso no garantiza que un alumno sea económicamente viable en el actual sistema, dejando la mayor parte del currículo a las Matemáticas, el Lenguaje y los Idiomas. ¿Cómo creéis que se va a sentir un músico en ciernes, un futuro atleta olímpico?. Desahuciado, creyéndose incompetente y ajeno a toda la realidad que le dice que se triunfa alcanzando un diez en Matemáticas o Lengua, en esas asignaturas troncales que le van a permitir un buen trabajo. Yo me pregunto: ¿dónde está ese modelo educativo adaptado a sus intereses?, ¿dónde está ese modelo que permite elegir un camino?, ¿dónde está ese modelo que permite pensamientos diversos, sentimientos encontrados, juegos de palabras, trabajo en equipo, movimiento y danza?.
Cada día que pasa estamos tratando de cambiar la escuela, pero si ésta no cambia al ritmo que marca la sociedad y se adapta a nuestros/as alumnos/as, siempre tendremos la sensación de ir a remolque del sistema que nos será, inexorablemente, ajeno. Consigamos volver a situar a la escuela como ese motor de cambio tan necesario pues, solo así, quizá consigamos que la gente vuelva a valorar lo que hacemos para sus hijos/as. PARA TODOS.
Con todos vosotros/as, Ken Robinson: CAMBIANDO PARADIGMAS
(vídeo original en Inglés en Youtube). Resulta increíble que un simple vídeo como éste ayude tanto a pensar.
Hasta la próxima amig@s :D La canción del día